Una de mis primeras experiencias en la naturaleza, pero sí la primera en la cual no iba en compañía de mis padres, la tube en el Campo Escuela Callejones.
Recuerdo que cuando estaba acampando entre esas Sequoias y Eucas se veía todo tan gigante, lleno de recobecos y místicas. Juegos varios, correr en las noches, su buena guerra de pañolines, la garganta adolorida de tanto gritar por mi seisena en ese tiempo.
Y en las noches esa sensación de miedo y curiosidad. Millones de tambores por todos lados, gritos de guerra y risas de brujas, antorchas acercándose a las carpas con seres que hablaban en tercera persona en busca de alguien a quien sacar.
Ahora ya muchos años después uno llega a Callejones y no lo ve tan grande como antes. Ya no es uno el que corre por obtener puntos, uno hace las actividades, uno enseña, uno educa. Ya no es época de esos extraños seres que en las noches salían, quizás ya no existan, quizás estén escondidos.
Pero ahora Callejones se muere. Lamentablemente por la culpa de unos pocos pagamos muchos. La venta de unos de los lugares de la AGSCh más emblemáticos es casi un hecho, y solo un milagro económico podría ayudar a evitar esto. Tan solo sigamos disfrutando de Callejones el tiempo que nos queda, y miremos al cielo en busca de alguna esperanza.
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